martes, 15 de mayo de 2018

XVII Jorgeada de Aragón 2018

Ha pasado un tiempo ya desde la celebración de esto. Cerca de un mes. Y la verdad, que las ganas de escribir nada acerca de la jorgeada siguen siendo las mismas. Ninguna. Me vais a permitir que no haga un análisis tan técnico de como de costumbre ni que comente demasiado los pormenores de la misma. Si habéis visto el vídeo, ya sabéis que este segundo intento tampoco salió. Es más, salió incluso peor que el anterior, puesto que me quedé 6 km antes. Todo parecía ir bien. Llegue a Zuera entero, sin ampollas. Incluso me cambié entero y estuve un rato disfrutando del avituallamiento. Incluso llegué a la nueva caseta del caldo muy animado y con energías. Pero no se que sucedió de ahí hacia adelante que poco a poco empecé a venirme abajo. Muy gradualmente bajé el ritmo, muy poco a poco, sin darme cuenta, hasta que con las primeras luces del día vi que la gente me adelantaba con suma facilidad. A un kilómetro del avituallamiento de la cárcel empecé a sentirme realmente mal. Sudor frío, cierto mareo y náuseas. Que fueron a más, a la vez que mis pasos iban a menos. Hasta que en un momento dado, vomité. Dos veces en 300 metros. Esto me dejó muy tocado de energías y anímicamente hundido, puesto que empezaba a ver como se me escapaba otra vez esta Jorgeada. Quise no entrar en pánico, y llegados al avituallamiento de la cárcel (un rato antes de las 7 de la mañana) descansé un poco. Incluso tomé té caliente que muy amablemente me ofrecieron, pero no se me pasaba el malestar. Y aunque el orgullo fato quería seguir adelante, el cuerpo se negó. Lleno de rabia, impotencia y un mal cuerpo tremendo, me subí al autobús que aguardaba junto al avituallamiento. Conmigo, otras 50 personas. Nos llevaron al campo de fútbol de almudévar, eran sobre las siete de la mañana. La brasa estaba en marcha pero mi cuerpo no estaba por la labor. Seguía con náuseas y sudor frío. Volví a vomitar. Adiós al té caliente. Por fortuna, la mochila estaba allí y había previsto cambiarme otra vez en Almudévar, cosa que hice. Por lo menos el sudor frío se fue, pero el mal cuerpo y las náuseas se quedaron conmigo. Me encontraba tan mal, que no quise esperar al bus que nos llevaría a Huesca a las 11 (4 horas después de llegar). Desperté a la familia y les pedí que me sacaran de ahí.
Esta Jorgeada me ha dejado mal. Muy tocado anímicamente ya que llevamos uno meses que los grandes retos por A o por B no salen. Realmente necesitaba haber terminado esta vez, pero la Jorgeada es cruel y me cierra las puertas. Y esta vez no hay excusas. No se le puede echar la culpa al material, que cumplió su labor de una manera magistral. El cuerpo dijo que no. Igual habría que rendirse a la evidencia y reconocer que esto me viene muy grande puesto parece ser que mi límite se encuentra entre los 50 y 60 km. Que aunque es distancia, no es suficiente para conquistar el GR-234 que se inauguraba como recorrido histórico/turístico para esta ocasión. Quizás lo sensato es quitarle 30 kilómetros y hacer el tramo Zuera-Huesca que más o menos es esa distancia. O quizás abandonar la idea de conseguir terminar esta prueba entera, ya que en los próximos años se va a poner complicado participar, ya que será entre semana y supondría estar dos días y pico despierto por temas laborales con lo que el desgaste sería enésimamente mayor. Y me da rabia. En parte por orgullo, y en parte porque había hecho los deberes y llegaba en un punto excelente y muy bien preparado. Y cuando se trabaja durante todo un año para un objetivo y se te venga al traste por motivos que no acabas de entender, pues jode. Y mucho. Y ha tenido consecuencias puesto que el primer efecto ha sido el no correr la maratón de Zaragoza y si tenía algún gusanillo por probar la Calcenada, se me ha quitado de golpe. En fin, veremos lo que sucede, pero que voy a tardar en recuperarme de este golpe, seguro que si.



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